El oxígeno es el enemigo número uno a hora de almacenar vino. Al abrir una botella, el oxígeno permite desplegar las cualidades sensoriales de un vino por completo, lo que en un principio es bueno, porque este se “abre” y libera aromas, pero con el tiempo comenzará a deteriorarlo.
Para evitar esto se recomienda extraer el aire de una botella abierta y cerrarla con un tapón de goma. Con estas, se ralentiza el proceso de oxidación y mantiene el vino fresco hasta por 7 días, dependiendo del vino.
Si no se tiene la posibilidad de cerrar al vacío la botella, se puede optar por recorchar el vino. Es mejor taparlo con el lado que ya estuvo en contacto con el vino. El lado “limpio” puede no estar tan limpio como creemos.
El vino debe permanecer a baja temperatura una vez abierto para conservar sus propiedades y evitar que este se descomponga.
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