Tempranillo: Frutos rojos como fresas, frambuesa, grosellas, violetas, picotas o regaliz.
Syrah: Aromas muy florales, como los claveles o las violetas. Toques herbáceos, laurel o aceituna verde.
Cabernet Sauvingnon: Encontramos aromas a cerezas negras, ciruela y toques de cedro y tabaco en vinos maduros. También son características ciertas notas de menta y eucalipto.
Garnacha tinta: Se diferencia por los aromas a fresa, frutos silvestres, cerezas negras, nueces tostadas, cuero, casís o pimienta.
Merlot: Tiene una paleta aromática bastante amplia, en la que se encuentran aromas a fresa y frambuesa, ciruela negra, higos, peras…
Verdejo: Aromas herbáceos como el hinojo, hierba recién cortada; flores blancas y frutas de hueso como la manzana y la pera.
Albariño: Albaricoque y melocotón, algunas notas florales.
Chardonnay: Manzana, pera (menos intensos que en el albariño), acacia y limón. Aromas como los frutos secos, mantequilla o minerales también son típicos de esta variedad.
Moscatel: Fácilmente identificable por su dulzor, que ya se aprecia en la nariz. Aromas a azahar, miel, cáscara de naranja seca y notas de higos o pasas cuando el vino es maduro.
Sauvignon Blanc: Conocida por aromas a melocotón, nectarina, melón, plátano… En España es común encontrarse con aromas de frutas exóticas.
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